miércoles, 14 de mayo de 2008

Las Turas en Falcón-Venezuela, comp. José Millet

Atlas Etnográfico del Estado Falcón-Venezuela.

Las Turas:

historia contada por los tureros

de la comunidad de San Pedro de Mapararí

y reflexiones de dos investigadores-

José Millet

Pedro Eduardo Concepción

Ender Rodríguez

José de los Santos

Ángel Colina

Rodolfo Garcés

CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIOCULTURALES

Coordinador: Lic. José Millet

2008

La siguiente es una reseña escrita por los miembros de la comunidad San Pedro, ubicada en la parroquia Mapararí del Municipio Unión. La hicieron con absoluta libertad en su territorio para ser incluida en el Atlas Etnográfico del Estado Falcón que lleva adelante nuestro Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón, Venezuela. La publicamos textualmente, sin apenas hacerle ninguna corrección o cambio.

Lic. José Millet

Coro, 09.05.2008

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SAN PEDRO DE MAPARARÍ CUENTA SU HISTORIA

Por los autores, tureros de esta comunidad

RESEÑA HISTÓRICA DEL PRIMER EVENTO DE LA FRATERNIDAD TURERA EN SAN PEDRO DE MAPARARÍ.

En el 1.992 surge una idea del profesor José Chirinos de hacer un encuentro de tureros en nuestra comunidad turera. Este primer encuentro se inició el 28, 29 y 30 días de San Pedro y San Pablo, donde asistieron tureros de El Tigre, El Jusal, La Duquesa, San Tacnus, el Río Mapararí.

En este evento se integraron para que se realizara José Chirinos, como Principal, Carmen Olivet, Samuel Bermúdez, Roselina Leal, Ender Rodríguez y esposa Flora Robertis, Simón Castillo, Ángel Colina y Tarcisio Gauna.

De este evento salió la donación del patio cedido por Servando Cordero, ganadero, dueño de la hacienda La Garza. Desde allí hasta la actualidad nos hemos independizado, y de allí arranca la base fundamental de La Casa de los tureros; esta casa lleva el nombre de Casa de las Turas “José Cecilio Salas”. También salen de este encuentro los beneficios que los tureros no tenían, por ejemplo, la ayuda para los viejitos tureros, construcción de la casa de los tureros, mejoras del patio de turas, y otros.

RESEÑA HISTÓRICA DE LA DANZANTE MAYOR Y SUS CAPATACES

Audelina Castillo de Garcés, hija de José Cecilio Salas, su mamá María dionisia Castillo. Con una edad de 90 años. Se destacó como danzante en las turas desde muy niña. A los 12 años andaba en los patios de tura con su mamá. Audelina fue y es danzante mayor por ser la hija mayor de Cecilio Salas. Al frente de las turas tiene un aproximado de 78 años como danzante, animadora y ser capataz.

RESEÑA HISTÓRICA DE ELICIA DEL ROSARIO CASTILLO

Elicia, hija de José Cecilio Salas, su mamá María dionisia Castillo. Elicia tiene 68 años, empezó a andar en los patios de turas a los 10 años, tiene 58 años al frente de las turas.

Como danzante en su historia cuenta que cuando la virgen María andaba huyendo de los fariseos que mataban a los niños, una vez los encontró y ella vio que estaban tocando las turas; y para esconderse de ellos se metió en medio de los tureros, llegaron los fariseos y dijeron: vámonos, estos son unos locos. No la vieron y la virgen bendijo en ese momento las turas.

VERSIÓN DE ELICIA CASTILLO

HISTORIA Y RESEÑA DE PAULA GARCÉS

Paula, hija de José Cecilio Salas, su mamá Pastora Garcés. Tiene una edad aproximada de 72 años. En las turas empieza a los 10 años y tiene danzando al frente de las turas 62 años.

Paula nos cuenta que en todos los patios de turas se mantenía una cadena de plantas medicinales, animales, guindados en el palacio: un cachicamo, el primer animal de las turas, aguardiente o guarapo, fuente de caña, chicha, fuente de carne de venado, marrano é monte , mazamorra y muchos jugos. El respeto sobre todo, la orden era del capataz y el mayordomo.

VERSIÓN DE PAULA GARCÉS

RESEÑA HISTÓRICA DE ANGEL COLINA

En Las Turas

Yo, Angel C. Colina Castillo, nací un 16 de junio del año 1959. Fui promovido en las turas en una edad comprendida a los 9 años de edad, bautizado en el año 73 en el patio de El Jagüey en los del Capataz mayor José Cecilio Salas, como Tureros Mayores Rodolfo Garcés, Hipólito Caciano Castillo. De allá hasta la actualidad me he venido destacando en las turas como tocador de todos los instrumentos de las turas, como fundador del primer grupo de tureritos, entre ellos está ahorita el turero José Castillo, Juvenal Castillo, Gregorio Hernández, Alexio Mora, Jesús Mora, Erico Marrufo, entre otros; Instructor de la Resistencia Indígena Ayamán, fundador de la Fundación José Cecilio Salas.

SAN PEDRO, 06 04 08.

PEQUEÑA RESEÑA HISTÓRICA NARRADA POR TARCISIO A. GAUNA

Tarcisio A. Gauna, 58 años de edad, natural y residenciado en este caserío. Duro caserío, fue habitado por primera vez por los señores Cecilio Salas y José Salas, siendo éste último el primero en llegar a asentarse en un fundo que le puso San Lorenzo; historia que conozco por versión del señor Cecilio Salas en el año 1976, ya fallecido.

También me contó sobre las turas y me dijo que estando muy pequeño se hizo turero en el patio de Monche Morles y Sixto Morillo, ubicado en un sector de nombre El Zulia. Hizo un patio en el nacimiento, al cual le puso el nombre de San Pedrito, del cual era devoto. Habiendo sido bautizado como Capataz de Las Turas por Sixto y Monche en los años 90 de 1800.

Belarmino Vásquez lo invita para que lo toque unos sones de tura en Mapararí, para pagar una promesa a la Virgen de Las Mercedes, quedando de acuerdo en tocarle todos los 24 de Septiembre.

Una vez fallecido toma el mando como Capataz él, su hijo Rodolfo Garcés como Sub-capataz Casiano Castillo los cuales se mantienen.

Las Turas es un ritual que se toca para rendir tributo a los espíritus benditos para que llueva y se den las cosechas, y promesas a petición de quien se haya comprometido. Se hacían juegos dentro del baile, la gallina, el zorro, el venado, matrimonios, el perro, el cazador, y otros.

Del 21 al 29 de Mayo se celebra al Día de Santa Rita, se le toca Las Turas. Dicha virgen la trajo Juana Carrasco, proveniente de La Peñita.

La primera formación de niños tureritos fue por el señor Ángel Colina. Hizo un grupo con los ñiños José Gregorio, Danny Antequera, Darwin Gauna, José Garcés, Pedro Antequera, Miguel Leal y otros, como Reina Audelina Garcés, de formación se mantiene .

Las Reinas de Las Turas: la primera Pragedes Chirinos (Siglo XVIII), la segunda Ingracia de Yugurí (Siglo XIX), la tercera y hasta el presente Graciela Antequera.

RESEÑA HISTÓRICA DE LAS TURAS.

Una de las vivencias donde se observa de manera concreta nuestra cultura prehispánica es el ritual aborigen o Danza de Las Turas (Danza del Maíz y de Vida), de carácter folclórico en homenaje a los dioses de la cosecha y en honor al santo San Pedro, celebrado dos días, 29 y 30 de Junio de cada año en la comunidad de San Pedro, Parroquia Mapararí, Municipio Autónomo Federación.

Con la flauta de carrizo inventada por los indios Ayamanes y mantenida hasta la actualidad, con ellas imitamos el canto de los pájaros, con los cachos de venado cubiertos con cera negra de vallude o de arigua; representa el sonido de los vientos y los truenos. Los trocones o tapara con semillas de capacho y maracas; representan las lluvias. Al juntar símbolos las turas originan el sonido de los espíritus de la naturaleza para darles gracias y bendiciones a los pueblos indígenas ayamanes.

RESEÑA HISTÓRICA DE LA FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS

La Fundación fue fundada en 1.997, y se registró en el año 2004 bajo el Nro. 37, folios 186 al 189. Esta fundación lleva el nombre de José Cecilio Salas. Este protagonista fue el descendiente, el primer Capataz en la década de los años 30 hasta el año 1976.

José Cecilio Salas fue el fundador de San Pedro, fue quien por primera vez llegó a estas montañas vírgenes, acompañado de un tío de nombre Maximiliano Salas, trayendo con él la estampa del Santo San Pedro y sus instrumentos de las turas. El nombre de San Pedro fue por el santo, regalo que le hizo el padre Rivero en Churuguara.

RESEÑA HISTÓRICA DE LOS FUNDADORES DE LA FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS

En el año 97, yo, Ángel Colina me propuse fundar esta fundación dándole el nombre de José Cecilio Salas, por ser el fundador padre de todos los tureros, abuelo de los descendientes.

El propósito de esta fundación fue para defendernos un poco de los manipulistas y así defenderlos un poco, reclamando nuestros derechos, ya que nuestras costumbres y tradiciones ayamanes hemos mantenido 500 y tantos años atrás, sin desmayar.

En la fundación y al frente están Ángel Colina Castillo, como Coordinador General (7.498.174), José de los Santos Castillo, como Coordinador de Eventos (13.269.051), Flora Robertis como Secretaria de Finanzas (3.097.667), Paulita Chirinos, como Coordinadora de Proyectos (18.480.025), José Luis Garcés, como Secretario (18.605.103) y Yolanda Antequera, como Asesor (14.733.141).

RESEÑA HISTÓRICA DEL CAPATAZ RODOLFO GARCÉS

En el año 77 tomó el mando como Capataz el señor Rodolfo Garcés. Tiene un tiempo limitado en Las Turas, de una edad comprendida de 73 años al frente de esta tradición indígena. Cuenta con 86 años de edad, como capataz o al frente de los tureros tiene 32 años. Rodolfo Garcés como capataz se encarga del respeto en el patio de las ceremonias y sahumerio de hojas de la montaña, llevar las plantas medicinales, llevar las reliquias en el patio, entre otros.

RODOLFO GARCÉS

RESEÑA DE HIPÓLITO CASIANO CASTILLO

Hipólito Casiano Castillo lleva en las turas un tiempo al frente de esta tradición, desde muy niño. Cuenta que ellos hacían turitas de tártago o de hojas de lechosa. Esa fue su inspiración en las turas y fueron amaestrados por los piaches de Monche Morles.

Castillo cuenta ahorita con 80 años. Tiene en las turas como turero Mayor y Chamán 71 años. Su comienzo fue aproximadamente a los 9 o 10 años. Es hijo de José Cecilio Salas y María Narcisa Castillo.

Las Turas es una manifestación precolombina mágico religiosa, que es practicada en la actualidad por los descendientes del pueblo Ayamán y que consiste en pedir a la naturaleza por buenas cosechas y agradecer por las ya recogidas. El territorio Ayamán estaba conformado por los territorios que ahora ocupan los Municipios Federación y Unión al sur del Estado Falcón y la parte norte del Estado Lara, Municipio Urdaneta, (el cerro de Moroturo y Siquisique) que limita con estos municipios. Tura es la mazorca de maíz en espiga, a la que empiezan a salir los granos. Tura es también la flauta que acompaña al rito y está hecha de carrizo. La Tura Macho tiene tres orificios y la Tura hembra dos orificios.

Las Turas se celebra en diferentes ocasiones. Puede ser cuando un agricultor hace una promesa y la paga con un son o danza de turas en su conuco, plantación o en su “patio”, o en la fechas establecidas en cada pueblo o comunidad turera. “Patio” llaman los tureros al sitio específico donde regularmente se monta el altar alrededor del cual “bailan” los sones de Tura. El altar consiste en una rústica construcción de unos tres metros de alto donde se entrecruzan ramas de plátano, palma, flores de colores y varas de caña de azúcar. Al centro de este altar una o más cruces a veces vestidas con coloridos papeles, otras veces desnudas, de madera o metal, pero siempre rodeadas de las ofrendas a los santos, espíritus y a la Madre Naturaleza y que consiste en frutos de las cosechas, como tomates, naranjas, yucas, granos, aguacates, piñas, parchas y otras. También cesterías y taparas en diferentes formas. Por supuesto no falta la “chicha”, que es preparación exclusiva de la Reina y las bebidas espirituosas con las que se rocía las gargantas y el altar, generalmente cocuy de penca.

Las Turas se presenta en dos formas: Tura grande y Tura pequeña. La Tura grande es de carácter privado y se celebra en lugares

secretos por los descendientes ayamanes, cuando el maíz ha madurado completamente en el campo. La Tura pequeña, de carácter público, se celebra durante toda una noche cuando el maíz está aún en formación.

Las Turas presentan una jerarquía conformada de la siguiente manera: El Capataz, El Mayordomo o Shamán, La Reina los tureros, cacheros y danzantes. Cada una de estas tiene una labor específica dentro del ritual de Las Turas. La Reina, por ejemplo, es la encargada de preparar la chicha y/o la mazamorra de maíz, así como el hervido o sancocho; ayuda en la construcción del altar, enciende las velas que alumbra la cruz del altar, brinda ante el árbol de la basura y lava los utensilios empleados en el ritual y los devuelve a su dueño. El Capataz, quien junto a la Reina es elegido por los espíritus de la naturaleza, entre otras funciones, dirige la dirección de la danza; ya sea en sentido de las agujas del reloj, ya sea en contra y dirige las plegarias a los espíritus y a los santos entre son y son. Los tureros, (generalmente son hombres, a excepción de las Turas de Los Cañitos en el Municipio Unión donde también “turean” mujeres) que danzan alrededor del altar, en un sentido y en otro y que ejecutan las turas, los cachos, las maracas y las taparas; y finalmente las danzantes por fuera, generalmente mujeres aunque también lo hacen unos pocos hombres, quienes agarradas (os) por la cintura marcan acompasadamente tres pasos hacia delante y tres hacia atrás, dándole vueltas al altar. El catálogo del IPC dedicado al Municipio Federación reseña que los tres pasos hacia delante significan “abundancia de cosechas” y los tres hacia atrás “la demanda por una lluvia beneficiosa”.

José de Los Santos Castillo y Ángel Colina, tureros de San Pedro de Mapararí nos dicen que los instrumentos que se usan en el rito de Las Turas son: Turas macho, de tres agujeros y Turas hembras de dos y que son flautas hechas de carrizo. Los Cachos, que son el frontal o frente del venado o matacán y que se dividen en: Cacho grande, que agujereado estratégicamente, da un sonido grave. El Cacho mediano, hace el dúo al grande y el Cacho pequeño, “que representa el son que se está tocando”. Las maracas, con pequeños agujeros en la tapara y que rellenan con capachos y pedacitos de zinc y las taparas, a las que se sopla por un agujero y dan su sonido particular

Las Turas consta de siete (7) sones: La Paloma, que significa respeto y agradecimiento a los espíritus de la naturaleza y a los ancestros. El Gonzalito: En este son el ave llama a los animales de caza a las aguas vivas, para que se manifiesten como espíritus. El Sapito: Son que representa a la lluvia y a los ojos de agua viva. El Cucurucú: Son que representa a los difuntos, a los fallecidos. La Guacharaca: Representa este son a la montaña y a los cazadores. El Son de El Venado: Este son es para agradecer la comida del día de la fiesta donde se den sones de Turas y por último el Son de La Hormiga: que es para pasarla bien, convivir, que no haya pelea ni disgustos en las noches que se dancen sones de Turas. El catálogo del IPC Municipio Federación reseña, además de los arriba nombrados, estos otros sones: El golpito, el chorro de agua, la palanca, el segundo, el murciélago, el turpial, el descansao, la carrera del venado, el ensayo, el son de Las Turas, el son de los cachos, las hormigas, el uno, el toque principal, el báquiro, el cuerpo grande y la bariquía. En cada momento de descanso o entre son y son, el capataz da vivas a: La Virgen Santísima, a el árbol de la abundancia, la Reina de las Turas, a todos mis hermanos, los santos espíritus y los espíritus divinos.

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Crónica

Por Eduardo Concepción

“Muchos podrían ser los motivos para visitar esa gran región del sur del Estado Falcón, en sus municipios Federación (capital Churuguara) y Unión (capital Santa Cruz de Bucaral), limítrofes con el Municipio Urdaneta de la parte norte del Estado Lara. Uno de esos motivos significaría adentrarse en territorio de los descendientes de los aborígenes “Ayamanes”, para ver y vivir una experiencia mágico-religiosa única en el mundo: Las Turas.

Las Turas es la ceremonia mediante la cual el pueblo Ayamán agradece a los santos, a los espíritus y a la Madre Naturaleza por las buenas cosechas recogidas y por recoger. Esta ceremonia es llevada a cabo por “Los Tureros”, especie de cofradía con una sencilla jerarquía que comanda “El Capataz” y a quien le sigue “La Reina” y a ésta los Tureros: músicos-danzantes; y que termina con las “danzantes” o bailadoras.

Intentaré narrar entonces la experiencia vivida en “La Duquesa”, pequeña finca cercana al caserío Los Cañitos, a 20 minutos más o menos de Santa Cruz de Bucaral, en plena sierra falconiana. Llegamos, Oscar Lázaro y yo, Eduardo Concepción; promotores culturales provenientes del Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón, a dicha finca el día 23 de septiembre del 2006., víspera del día de la Virgen de Las Mercedes. Esa fecha, el 24, es el “Día de Las Turas” y es, como muchas otras, una imposición de la iglesia católica que derivó en el sincretismo cultural de celebrar Las Turas ese día. A esa hora, poco más de las 2pm, ya estaba armado “El Altar”: enramada de uno tres metros de alto formada con ramas de palmas y plátano, además de varas gigantes de caña de azúcar. Tres cruces forradas de papel colorido en el centro geométrico del altar y a sus pies y a su alrededor, un busto de Juana Vásquez, mítica Reina de las Turas desde 1932 al 2002, cuando fallece (de 130 años de edad, según sostiene su familia) y pasa desde entonces el reinado a su hija: Críspula Vásquez.

Rodean también al altar las ofrendas traídas por los lugareños que consistían en los más lindos frutos de sus conucos: tomates, caraotas (llamadas por aquí “piras”), cebollín, ajo porro, limones, maíz, yucas, papas, cambur, plátanos, lechosas, parchas, aguacates, naranjas, piñas. También productos como la “Chicha de maíz”, preparación exclusiva de La Reina, no pudiendo faltar las bebidas espirituosas como el “Cocuy de Penca”, de altísima calidad. Además, variados trabajos de cestería y envases de tapara de diferentes formas y tamaños.

Comenzó el Capataz invocando a las más variadas figuras del santoral católico, así como a los espíritus que acompañan a la Madre Naturaleza. Rociando al Altar de cocuy y ron, comenzó a bailar y con él los Tureros al son de “turas macho” de tres agujeros y “hembra” de dos: flautas ejecutadas por ellos hechas de carrizo; y los “cachos”: hechos con el frontal de la cabeza de venado o “matacán”, al tiempo que con la otra mano sacudían rítmicamente una maraca. El son consiste en dar vueltas al altar en una dirección, para recorrerla luego en dirección contraria a la señal o grito del capataz, jefe indiscutido del baile, mientras La Reina, impertérrita y en una esquina del altar, observaba en posición de firme a los danzantes dar vuelta tras vuelta al mismo. Al mismo tiempo, tureras danzan abrazando por la cintura a quien se coloque a su derecha y a su izquierda, marcando tres pasos adelante y tres atrás, imitando voces de diversos animales.

Largo rato después, el Capataz detiene el baile. Oraciones, rezos, invocaciones y vivas a los santos, a los espíritus y a la Madre Naturaleza anteceden a un pequeño y merecido descanso para dejar asentarse el polvo y refrescarse merecidamente la garganta.

Así, entre “sones de Turas” y descansos, continuó la mágica ceremonia toda la madrugada hasta las 6 de la mañana. A esa hora, al mando del Capataz José “Cheo” Caldera y de la Reina Críspula Vásquez comienzan los presentes a desarmar el altar. Luego, en procesión, nos dirigimos a llevar parte de las ofrendas al “árbol de la basura” ó “basurero”, que no es tal, solo así llamado; donde se depositan los frutos y que en el caso de “La Duquesa” es un “higuerón”, árbol impresionante por su belleza y tamaño de mas de 70 años de edad. Allí, nuevamente oraciones, rezos, vivas e invocaciones a santos, espíritus y a la Madre Naturaleza; velas encendidas, tabacos y agradecimiento por las buenas cosechas y por la lluvia regeneradora.

Volvemos alegres y con una inmensa paz en el corazón. Sentimos la presencia avasallante de la naturaleza en la majestuosidad del Higuerón, en los verdes y extensos campos y en las increíblemente bellas montañas de la Sierra de Falcón. Pero también sentimos esa paz incrustada en el alma por la comunión con la naturaleza de estos compatriotas que no la contaminan, que la respetan y que interactúan con ella obteniendo sus más variados frutos. Así son Las Turas…

Las Turas en Venezuela: su verdadero y profundo sentido ancestral

Por José Millet

Lamento que se sigan arrollando tradiciones ancestrales que nos remiten al pasado más remoto de la Humanidad por dos impulsos cada uno de los cuales más dañinos: por un lado, debido a la ignorancia y, por el otro, a la ligereza al tratar asuntos de extremo cuidado relacionados con la sensibilidad de un pueblo. Por lo primero, se han asumido afirmaciones que todos repiten sin la más elemental detención en la serena reflexión y a la comprobación de lo que la mayoría de la gente afirma mecánicamente. La primera de ella es el dislate que vemos en obras recientes, a la firma de respetables organismos oficiales como los encomiables Catálogos del IPC, al afirmar que Las Turas son o consisten en un baile o en un ritual. En el caso de Las Tura, que nos ocupa, estamos en presencia de fragmentos de un todo que no deja ver su fondo los cuales, en efecto, están dotados de movimientos y de una dinámica que nos remiten a procesos simbólicos o a sistemas culturales lamentablemente desaparecidos o en vías de ocaso, de los que tenemos la suerte de contar en nuestro país con firmes exponentes, tanto humanos como espirituales, que nos permiten presumir su fortaleza y trascendencia en muchos y complejos sentidos. La segunda es referirla a los instrumentos musicales de los que se valen los tureros o miembros de estas comunidades para “interpretar” la música con que se acompañan los movimientos colectivos danzados que, en ocasiones, son ejecutados en parte de sus festividades: algunos distinguidos investigadores, como nuestro coterráneo Luis Arturo Domínguez**, se lo atribuyen a las flautas de carrizo o de bambú y otros, a la planta de maíz.

¿Qué son Las Turas realmente? Todo, menos un baile y mucho menos un rito: en todo caso y, en primerísimo lugar, son la evidencia de un discurso simbólico, algo fragmentado, aunque uno de los más ricos, complejos y diversos de cuantos forman parte del mosaico de culturas originales que existían aquí y que se pusieron en contacto e intercambiaron entre sí en nuestras tierras “americanas”, mucho antes de la invasión del conquistador europeo que terminó por dominar a los pueblos nativos que las habitaban a su llegada. En segundo término, las turas son parte visible del resultado del proceso acarreado por la colonización foránea que, querámoslo o no admitir, trajo el etnocidio y el genocidio de los aborígenes, pero a su vez la transculturación que hoy podemos apreciar en infinitos ámbitos de nuestra sociedad y culturas.

Tampoco las turas son la manifestación de agradecimiento y bendición de las cosechas anuales obtenidas por los tureros que son, en su mayoría, ciertamente campesinos o cultivadores, pero algo más que simples labriegos. Del mismo modo se toma la parte por el todo cuando se identifica la palabra tura con maíz, porque con ello seguimos manejándonos en la pura exterioridad del fenómeno, que es mucho más profundo y abarcador. Las turas engloban a todo el espacio cósmicamente concebido e imaginable, en el que están en primer plano los seres vivos: el hombre, las plantas y los animales, y, asimismo, con igual o mayor peso determinante a las fuerzas y principios fecundantes propios de la Naturaleza, invisibles, que posibilitan la vida de esos mismos seres, su creación y reproducción encima de este planeta que denominamos Tierra. No es a la Madre Tierra sólo a la que se le rinde reconocimiento en ellas, sino a los principios que hacen posible su fertilidad y que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana o la de otras criaturas. No es incorrecto decir que se venera la cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en bienestar espiritual.

La comunidad turera de SAN PEDRO DE MAPARARÍ.-

Las entrevistas que le hiciéramos, a partir del año 2006, a Ángel Colina y José Castillo, dos de los directivos principales de Las Turas, perteneciente a la comunidad San Pedro de Mapararí, nos han proporcionado una valiosa información que transcribimos a continuación, acompañada de algunos comentarios.

El 5 de enero de 2004, se legaliza** la Fundación que lleva el nombre de José Cecilio Salas, fallecido en 1977, y considerado uno de los capataces que mantuvo durante largo tiempo esta tradición indígena, que ellos asocian a las comunidades étnicas de origen ayamán. Esta es la relación de sus miembros fundadores, aportado en la entrevista y que ha sido avalada por varios miembros de la propia comunidad durante algunas de nuestras numerosas visitas.

Cuando les preguntamos quiénes fueron los primeros capataces, nombraron al mencionado Cecilio Salas, fallecido en 1977 y a Rodolfo Garcés, su actual capataz, e identificaron como sus reinas más antiguas a Engracia de Yugurí, fallecida a los 78 años, y a Marcelina Antequera, quien aún ejerce ésta función.

En cuanto a la “composición organológica” o conjunto de instrumentos musicales empleados, resulta de mucho interés la relación de los instrumentos que identifican como los propios de Las Turas, a los que se asocian los siguientes nombres de quienes los ejecutan:

-Flauta Tura Macho: Hipólito Casiano Castillo

-Flauta tura Hembra: Rodolfo Garcés

-Cacho Mayor: Rafael Molleda

-Cacho Menor: Martín Garcés

-Cacho Mediano: Ángel Colina

-Cacho Pequeño: Simón Castillo, Enrique Castillo

-Maracas: José Castillo, Yovanny Colina

Las turas es vista por el común del venezolano como un “baile”, en tanto se producen numerosos movimientos coreográficos realizados al compás característico de los instrumentos musicales que acompañan a estas celebraciones. A continuación figuran los nombres de los danzantes de esta comunidad: Laudelina Castillo de Garcés, Elicia Castillo, Paula Garcés, Lourdes Antequera, Flora Robertiz, Carla Antequera, Morelis Antequera, Emérita Colina, Elita Mora, Dominga Garcés y Adelaida Mora

Calendario de las celebraciones tureras.-

Al año, pautan dos fechas para la realización de Las Turas: la primera, el 30 de junio, por motivo de la celebración católica de San Pedro y ocasión en que precisamente esta comunidad se ha esforzado por hacerse de un espacio de encuentro entre las numerososas comunidades de los Estados Falcón, Lara y Portuguesa, donde se ha mantenido viva esta raíz aborigen venezolana. A este espacio lo denominan Día de la Fraternidad turera, por cuanto se caracteriza como un compartir entre hermanos ideas y experiencias dirigidas al fortalecimiento de estas tradiciones. La segunda, el 24 de septiembre, la realizan último por coincidir con “fiesta patronal de Mapararí”. Nos llamó la atención que agreguen una tercera fecha, el 07 de Abril, como “Día del aborigen Ayamán”. A pesar de que nadie en ésta comunidad resulta significativo la voluntad de un por ciento elevado de sus miembros de reivindicar su raíz ancestral, definiendo claramente de que comunidad étnica provienen los grupos étnicos ayamanes.

Comunidad Turera.

Las Turas es una festividad agrícola en que se invocan las fuerzas reproductoras de la naturaleza para que propicien que la tierra sea fertilizada: que acepte la semilla en su seno mediante una cópula. Esta intervención garantiza la siembra. Se produce en el período de equinoccio de primavera, de marzo a mayo, cuando las condiciones climatológicas son favorables a la actividad agrícola y durante el equinoccio de otoño, en el mes de septiembre. ¿ a quién se le rinde culto?. A esas fuerzas propiciatorias de la fertilidad y a la propia tierra? Al todo: a las fuerzas que se apropian de los miembros de la comunidad humana, a los animales y plantas, permitiendo que se conviertan en un sujeto colectivo, sin olvidarse de os espíritus ancestrales ni de os muertos, representados respectivamente por las flautas de carrizo, maracas y los cachos de venado.

Estas celebraciones coinciden con las épocas de marcadas por el cambio de las estaciones: en mayo, cuando la primavera rompe con el período de las lluvias, la unión de la pareja formada por el Capataz y La reina de Las Turas, significa la cópula que derrama el semen que alentará a la tierra a recibir en su seno la semilla. Este “matrimonio espiritual” tiene el simbolismo del cielo eterno de la regeneración de la naturaleza, no regido por las leyes de los hombres y establecen el matrimonio legal.

La segunda época evoca la muerte: la naturaleza del verdor, de la fronda, la caída de las hojas y el anuncio del frío, o si, de la humedad. Los frutos cosechados deberán ser almacenados para conservarlos y usarlos en caso de que sobrevenga una temporada inclemente. Aún cuando en Venezuela no exista la sucesión indicada de las estaciones, igual al ciclo de las lluvias pone la pauta. Salvo condiciones climáticas no habituales, los ciclos lluvioso y secos pueden tomarse como regulares, y por tanto, referentes bastante seguros.

En los eventos realizados durante esta celebración se manifiesta todo un simbolismo. La marcha india de los tureros atraviesa los campos donde viven los tureros, y se dirige directamente a la fuente de agua: exactamente al ojo de agua, de donde nace la vida. Se atraviesa la poza y se adentra en el fondo de una cueva donde viven los espíritus, justo en “el nacimiento”. Se les reconoce así como indispensables dadores de dones esenciales, por cuanto si no existiesen o no dejaran que de su seno fluyese el líquido vital, ¿podríamos hablar acaso de agricultura?.

La siguiente es una comunicación con los espíritus que marca en la corteza terrestre. Activadas las mencionadas entidades acuáticas, se procederá a “despertar” a la madre tierra, empleando los procedimientos acostumbrados de las turas: ensalmes, invocaciones y cantos acompañados de sones de flautas de carrizo y de cachos. La convocatoria a los poderes ocultos, también alcanza a los insomnes gigantes que descansan, de pie, encima de la superficie sólida: el círculo de los tureros se desplaza alrededor de un árbol acompañado de su música y de los característicos movimientos corporales. Es la función exacta de las flautas: avisar al oído de las plantas, mediante el estremecimiento de su sonido, que debe activarse su capacidad reproductiva, el flujo de la savia, su ascenso a los gajos y fronda.

Los cachos de venado apartan la voz de lo opuesto, del polo negativo a la vida, de la muerte. En un recordatorio con la puesta del juego de los contrarios que conviven en un mismo plano, escenario y tiempo. En definitiva, es lo que motoriza la existencia al recordar lo que acontece permanentemente. Se invocan también con ellos al reino animal: No hay nada de macabro en los sones alusivos a aves conocidas en sones donde interviene esa calavera astada . Creo que adicionalmente debe indagarse en el llamado a una arista de agresividad representado por los pájaros invocados, a la lidia y caracteriza a estos inquietos y bulliciosos animales.

El mencionado simbolismo remite a un sistema de círculos concéntricos que parte de la fuente hídrica-el enigmático ojo de agua-, se traslada a la parte sólida contigua a la poza y la cueva, donde moran otros espíritus arbóreos y de los animales, hasta desplazarse a un destino final: el de los seres humanos. Pero que no se nos escape la definición del espacio inicial como aquel sin fronteras entre los estados de la materia, si no entrelazándose, interponiéndose e interactuando lo que mora en el agua, la tierra y el aire.

Qué aporte, cuál es la función y el sentido del traslado de los tureros, desde el espacio en que se produce o tiene lugar el encuentro de esos tres importantes elementos a otro espacio, en este caso habitado por los seres humanos?. Integrarlos en el todo de la naturaleza para que puedan funcionar en el como se quiere a fin de alcanzar todas las metas propuestas, tanto a las fuerzas de la naturaleza convocadas como las otras que puedan aportar estas otras criaturas, del reino. En donde viven fluyen o interactúan otros espíritus, por ejemplo, los de sus ancestros. De ahí que lleven la relación detallada de cuanto aconteció en el pasado, y lo traigan al presente como para rendirles pleitesía.

También en el interior de la organización humana acuden y fluyen diferentes tipos de energía, dados por muchos elementos y eventos que allí tienen lugar. Disponen de os frutos de la cosecha y los procesan para distribuirlos en determinados momento de la fiestas. Sólo al saber que el dominio del fuego los sitúa por encima de otras especies de su propio reino. Este último elemento nos permite adelantar algunas ideas que permitirán darle la ubicación aproximada y función que este postrer espacio tiene.

El movimiento del sistema de círculos concéntricos se detiene en un espacio abierto, en el patio o “Patio de Las Turas”, restrictivamente hablando. Nuevamente estamos en presencia de otro espacio sagrado: en su centro una cruz, con los diversos sentidos que ella tiene, en su relación con el corte de los espacios y su asociación con la muerte, alrededor de ella, los frutos de la cosecha, obtenidos normalmente en el conuco local. Entre los frutos mostrados destaca el maíz, en este caso la plantea-dios que se ha sacrificado- para que su cuerpo y su espíritu sean compartidos por cada uno de los tureros. El acto de en colectivo cerrado y unido, el tótem del que nacimos, es sólo un episodio de ese movimiento rítmico y acompasado, y nos esforzamos por aprehender.

La cruz como referente de la religión judeo-cristiana, nada tiene que ver con los grupos y comunidades étnicas que poblaron nuestro continente y se mantuvieron en el mundo antes de la existencia de Cristo. Pero su ubicación en el “patio turero” es una clara remisión al carácter social al que hemos arribado en esta tercera “estación. No se trata de un espacio mas de los existentes en estos vastos ámbitos rurales, si no de uno marcado por un tipo de organización social específica: la humana.

*Antropólogo cubano especializado en culturas populares caribeñas. Ver su ficha académica en los web side: www.afrocubaweb.com y www.archivocubano.org

** La “Fundación Cultural José Cecilio Salas” tuvo como fundadores a los siguientes tureros: Ángel Custodio Colina , José de Los Santos Castillo, Nelson Antonio Matute, Carlita coromoto Antequera, Lisandro Rafael Antequera, Eddie Santo Páez, Rafael Ramón Rivero, Rafael Simón Chirino, María Lourdes Antequera, Marcelina del Carmen Antequera, Marelis del Carmen Antequera, Rafael José Molleda, Cecilio Antonio Castillo, Alida María Chirino, Martín Ramón Garcés, Salvador Vásquez, Dominga Ramona Garcés, Aureliana del Carmen Hernández, Carmen Lucía Acosta, Emérita Colina de Martínez, Adelaida del Carmen Mora, Elita Ramona Mora, Gloria Josefina Rivero, Clan Antonio Rivero, Paulita Chirino, Flora Robertiz, José Luis Garcés, Yolanda Antequera..

Mito de las Turas

El arte de las turas viene de otra época, de un lugar que sólo conocen los indios. Los Pire, viejos indígenas de esta tierra, estaban una vez en un patio reunidos danzando diariamente como para ir a cazar y comunicarse con los animales, las plantas y los buenos espíritus; hacían movimientos que el parecían el movimiento de la vida. De unos instrumentos hechos con semillas, taparas y cachos de venado sacaban sonidos que imitaban el canto de los pájaros, los vientos, los truenos y la lluvia.

En ese momento de la danza, se acercó la Virgen María con el niño en brazos, escapando de los que querrían matar a las criaturas nacidas en esas tierras y al ver una ronda de personas en un patio a lo lejos, se aproximó y se escondió entre los hombres y mujeres mientras que pasaban los guardias perseguidores. La virgen metió al niño entre su pecho y se tapó con las manos mientras veía como se acercaban también los guardias hasta llegar casi al frente de ella y devolverse confundiéndola con los danzantes. Ella se fijó en el rito que hacían y dijo:

! Qué tura mala esta que bailan aquí!

Entonces, el niño miró a su madre y dijo:

¡Qué tura buena, bonita y sagrada porque me salve de la muerte!

Después de cuatrocientos años, los tureros siguieron danzando en el Cerro Colorado y en muchos pueblos más. De ahí en adelante, se siguió bailando en San Pedro de la Sierra de Falcón y en todo el territorio Ayamán para agradecer las bondades de la tierra, de las montañas y de los espíritus protectores que santifican todos los campos y todas las aldeas.

Fuente: Casiano Castillo, Turero de San Pedro

Recopilación y redacción: Ender I. Rodríguez M.

Hace muchísimos años, los indios antiguos inventaron la danza de las turas, danza del maíz, de la vida misma. Tocaban y bailaban, estos ancianos sabios, sacando sonidos a partir de piedras huecas, inventando y descubriendo música secreta y mágica. Cuando llegó Cristóbal Colón a estas tierras, los indígenas tenían su propia fe y su propia religión. Colón para doblegar y dominar a los aborígenes, sacó una flauta y la tocó, y así fue atrayendo a las tribus hacia sus propios intereses en esas tierras. A los indios les pareció muy curiosa la flauta y el sonido que este hombre hacía salir de ella. Entonces, los ancianos inventaron sus propias flautas de carrizo y lograron sacar sonidos que parecían ser cantos de pájaros, música de la naturaleza y les hicieron dos y tres huecos a las flautas para llamarlas tura hembra y macho. Una vez, quedó atrapado un venado en una orqueta por sus cachos y nadie pudo sacarle. Al tiempo de morir el animal y quedar su carama ya seca, colgando de la orqueta, el viento rozaba y hacía sonar al cacho como si el espíritu de la madre naturaleza hiciera música sagrada y cantara para enseñar a los indios algo más sobre las turas. De ahí en adelante, el sonido del cacho sellado en unas partes con cera de abeja, representaba el sonido del viento y del trueno. Igualmente, las taparas al secarse y ser golpeadas con algo, parecían crear otro sonido como el golpe que hacía el agua al caer a la tierra en tiempo de lluvias. Los indígenas con semillas de capacho rellenaron las taparas e hicieron maracas y al juntar todos los instrumentos, las turas se convertían en música salida del espíritu de los dioses y se danzada para agradecer todos los beneficios de las buenas cosechas, del agua de lluvia y de la vida abundante para los pueblos ayamanes.

Fuente: Angel Colina, Turero de San Pedro.

Recopilación y redacción: Ender I. Rodríguez M.